domingo, 19 de abril de 2020

ARLIE RUSSELL HOCHSCHILD : LA MERCANTILIZACIÓN DE LA VIDA ÍNTIMA


Escrito por Luis Roca Jusmet

Desconocida en nuestro país Arlie Russell Hochschild ( Massachussets, 1940) es una interesante socióloga especializada de la situación de la mujer en el tardocapitalismo. Este libro, La mercantilización de la vida íntima ( Katz, 2009)  es tan denso como extenso, reune varios ensayos con un hilo conductor común. que la autora presenta en la introducción en forma de preguntas: ¿ Que cosas influyen en el amor y el cuidado ? ¿ De qué manera ha cambiado esta situación desde que la mujer ha pasado de estar al margen de la vida mercantil en el siglo XIX a estar cada vez más incorporada a ella a principios del siglo XXI ?. Los temas implicados son variados y complejos: emoción, género, capitalismo, globalización; todo ello en un marco cultural específico, que es EEUU pero con un interés que lo trasciende porque ésta sociedad es, sin duda, el paradigma de la lógica del capitalismo por venir. También vale la pena mencionar las idea con la que se cierra el libro: en el último cuarto de siglo el capitalismo USA está integrando ideológicamente el feminismo pero de una manera interesada y parcial, incorporando lo que cuadra con el capitalismo y el individualismo; pero lo ha hecho prescindiendo de toda la reorganización que implicaba el equilibrio entre la vida económica y la vida privada de la mujer trabajadora.


 Los cinco ensayos son complementarios y reflejan la coherencia, el rigor y la claridad de la socióloga y aunque todos son interesantes creo que algunos son extraordinarios. El mejor es el cuarto (“La ecología del cuidado”) que consta de tres artículos : “Amor y oro” ( muy influenciado por la perspectiva de Marx), “La geografía emocional y el plan de vuelo del capitalismo” ( inspirado en el punto de vista de Durkheim) y la cultura de la política”. En “Amor y oro” trata de la tendencia global a importar amor y cuidado de los países pobres a los países ricos. Si la desigualdad progresiva entre estos conjuntos de países lleva a que las personas con más talento y capacitación de los países pobres sean absorbidos por los países ricos al mismo tiempo las mujeres de los países del Sur deben abandonar a las personas que dependen de ellas ( hijos, padres...) para ocuparse de personas dependientes de los países del Norte. Y aquí se da una transferencia emocional, ya que estas mujeres acaban proyectando su amor hacia las nuevas personas que dependen de ellas. Pero, cómo bien dice la autora, este sentimiento de amor no es el originario ya que no solo cambia de destinatario sino que también se transforma en el nuevo escenario; y esto como producto de la combinación de tres factores: la ideología estadounidense sobre los vínculos materno-filiales, la soledad de la mujer y la nostalgia de los hijos de los que se han separado por necesidad. Continua siendo una forma de imperialismo, ya que si antes se saqueaban los recursos materiales ahora son los emocionales, pero la autora también considera que el desarrollo de un país con respecto a otro genera siempre migraciones y lo que hay que plantear es elevar el valor del trabajo realizado por las cuidadores. Por otra parte, y aparte de la lucha por eliminar la tendencia a aumentar la desigualdad Norte/Sur e invertirla, se trata de involucrar al padre de todos los países en la realización de las tareas del cuidado y de esta manera ir contra el traspaso de estos trabajos hacia las clases sociales más pobres.

 En “La geografía emocional y el plan de vuelo del capitalismo” parte de la constatación de la aceleración progresiva de la vida laboral y familiar en EEUU. Cada vez hay más madres que trabajan fuera de casa, cada vez se trabajan más horas ( EEUU es el país industrializado donde se trabajan más horas al año, superando al mítico Japón) y los empleos no tienen flexibilidad horaria. Delante de ello hay tres posibilidades : o “racionalizar” la vida familiar dejándola en manos de expertos ( canguros, cuidadores, servicio de limpieza...), o volver a la solución tradicional ( hombre en el trabajo, mujer en casa) o bien, como defiende la socióloga, adecuar al horario laboral al familiar y repartir el cuidado y el trabajo doméstico entre hombres y mujeres. Pero en EEUU lo que domina es una vida cada vez más centrada en el trabajo, al que se quiere convertir en un lugar estimulante para los dirigentes y trabajadores cualificados, donde puedan desarrollar una vida social y lúdica. Y lo familiar conducirlo hacia el área privada, ya que al mismo tiempo se reducen cada vez las políticas públicas de apoyo a la familia y a las personas dependientes. Un tema inquietante y muy palpable en EEUU que es como cada vez las personas se implican más en el trabajo ( tanto hombres como mujeres) al que consideran su lugar de realización personal mientras la vida familiar se reduce a un lugar residual de tensiones y conflictos.


 Todo esto enlaza con el tercer artículo, donde la socióloga plantea las cuatro alternativas políticas referidas al cuidado : la tradicional, la postmoderna, la moderna-fría y la moderna-cálida. Las dos primeras son las propias del neoliberalismo : si es posible que la mujer se ocupe del cuidado mientras el hombre se dedica cada vez más al trabajo ( tradicional, como ocurre en Suiza y Portugal ) si no lo es que la mujer haga de la necesidad virtud y se ocupe de todo de la mejor manera posible, ayudada en parte por el Estado ( combinación de postmoderna y moderna-fría, como en EEUU). La mejor alternativa sería la cuarta, la moderno-cálida, que es la que impera en los países nórdicos ( Dinamarca, Noruega y Suecia). Esta opción implica adaptar el sistema laboral a las exigencias del cuidado, corresponsabilizando a hombres y mujeres del cuidado y una política pública de apoyo a este equilibrio. 

 En el resto del libro hay también otras cosas destacables, como los dos primeros artículos del primer ensayo ( “Una cultura de la desinversión psíquica”) que se titulan “El espíritu mercantil de la vida íntima y la abducción del feminismo” ( que como dice la autora tiene un aire muy weberiano) y “ La frontera de la mercancía”. Hay aquí analizadas dos cuestiones de gran interés : el primero es el ideal masculina que se ofrece a la mujer muchas veces en nombre de un supuesto feminismo y el segundo el peligro que tiene aplicar conceptos mercantiles a la vida personal : gestión, cliente, productividad, competencia, oferta y demanda....

 En el tercer ensayo ( “El dolor reflejo de una sociedad conflictiva”) hay dos artículos que son igualmente imprescindibles : “El colonizador colonizado” y “La familia fracturada”. En el primero hay que criticar que la traductora ( en general muy correcta, aunque nos choquen algunas expresiones latinoamericanas) porque la traducción elegida para el título invierte totalmente el sentido del texto. Porque no es “el colonizador el que resulta colonizado” sino que es este último el que hace de transmisor de las ideas del colonizador. Con este título ( “El colonizado colonizador”) sí entendemos de lo que trata el capítulo, que es el del papel de la madre que transmite a la hija la ideología de la sumisión; y al mismo tiempo esto nos permite abordar con toda la complejidad de relaciones ambivalentes entre madre-hija en una sociedad patriarcal. El segundo artículo trata de las transformaciones de la familia en las últimas décadas, siempre tomando como referencia EEUU, el país con más divorcios del mundo y en el que se prevé que el 60% de las mujeres serán las responsables de una familia monoparental en un país en el que la mayoría de hombres divorciados se desentienden de sus hijos.

 Como última referencia al contenido del libro no quiero olvidarme de dos artículos muy preciosos del último ensayo ( “Un yo imbuido de sentimientos”) que son “La capacidad de sentir” y la elaboración del sentimiento”. Aquí hay un trabajo muy innovador y sugerente sobre como las convenciones y la ideología reglamenta los sentimientos. Parte de los trabajos del mejor representante de la sociología de la vida cotidiana, Erving Goffman pero con la pretensión crítica de cubrir un aspecto que él no desarrolla, que es el emocional. La cuestión central es la de cómo elaboramos socialmente los sentimientos, aunque creo que falla una distinción más precisa de lo que es una emoción y un sentimiento, que de esta manera queda en la ambigüedad. La distinción del filósofo y neurocientífico Antonio Damasio, que considera la emoción como la base reactiva corporal y el sentimiento como la conciencia que tenemos de ella hubiera dado más juego. Igualmente creo que sería fecundo tener en cuenta las aportaciones de corrientes psicoanalíticas más interesantes que las que circulan por EEUU, que es la única que la autora considera en el texto.

 En todo caso el libro es muy potente y abre un campo de reflexión psicológica, sociológica y política bastante desconocida en nuestro país. Una vez más muestra el error de aquellos que como Wilheim Reich consideraban que la familia es la estructura ideológica básica del capitalismo. En esta etapa de globalización se cumple la previsión de Marx de que la lógica del capitalismo acaba destruyendo todos los lazos tradicionales, incluido el de familia. Quizás la relectura de Un mundo feliz de Aldous Huxley nos diga bastante sobre lo que puede llegar a ser la reproducción social en los países del Norte. Y lo que es fundamental en el libro que tratamos es la relación entre la lucha de la mujer, que es uno de los elementos básicos de la democracia entendida como la lucha para acceder al poder de todos aquellos que están discriminados, y los intentos del capitalismo de desintegrarla en una ideología que sólo responde a sus intereses.

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